Pagar al pie del surco, esa es la cuestión

Que a nadie le pase por la mente que esos productos agrícolas que se venden en nuestras calles a precios abusivos es porque se lo pagan caro al campesino. Nadie regatea más el precio que el comprador privado mayorista, quien solo de transportar la mercancía gana más que aquel que la suda.

Puse el ejemplo meses atrás de un noble campesino que vendía sus matas de aguacate al intermediario antes de parir. El resto lo dejo a su imaginación.  

Pero lo que si agradece el campesino aunque pierda es que le paguen al contado su mercancía, y en ese aspecto está la mayor laguna de nuestros acopiadores estatales y también la principal potencialidad.

No se ha logrado generalizar una experiencia desarrollada hace muchos años en la Empresa Agroforestal de Jibacoa que precisamente en la zona más intrincada llega con sus mulos a acarrear las producciones a las fincas del campesino que ve su dinero de inmediato. Si algo mortifica al productor es verse obligado a salir de la finca e ir al pueblo, incluso aunque el motivo sea cobrar un cheque en el banco.

Durante años prevaleció la mentalidad de que no deben andar los compradores estatales con dinero en efectivo para pagar las producciones pero hay riesgos que deben correrse si queremos dar un vuelco al acopio estatal.

Quien conozca a nuestros campesinos jamás dudaría de que ellos prefieren vender sus productos al estado, pero si nadie le fía nada y deben pagarlo todo al contado, es justo que se le pague al instante lo que tanto sudor les costó producir.

Las nuevas tecnologías posibilitarían la transferencia del dinero instantáneamente a la tarjeta magnética del productor, pero si lo prefiere es hora ya de que pueda recibirlo en efectivo al pie del surco. Ese solo hecho, perfectamente posible, estimularía más el acopio estatal que cualquier otra iniciativa coyuntural que se aplique como la de entregar combustible por quintales vendidos, que como todos reconocen para lo que más se necesita es para producir.

Si con el apoyo de la red bancaria, siempre dispuesta a cooperar, y la necesaria confianza en los hombres, se logra pagar al campesino su mercancía allí en su finca, no podrá llegar a la ciudad más comida de la que fue sembrada, pero si se multiplicaría el acopio estatal, en beneficio del productor y de los consumidores.

 

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