Transformar la agricultura urbana, meta impostergable

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La agricultura urbana anda distante de su mejor momento no solo en Villa Clara sino en todo el país y no resulta necesario buscar más pruebas que la pobre oferta del verano y sus altísimos precios.

Esa modalidad productiva que desarrolló en los cubanos la cultura vegetariana en los duros años noventa no constituye un oasis y por tanto no escapó al afán de ganar más dinero produciendo menos que ha carcomido nuestra realidad durante al menos la última década.

Como el que explota un carro alquilado la mayor preocupación ha estado en la ganancia y no en recuperar la deteriorada infraestructura tecnológica, ni siquiera en la siembra de hortalizas, vegetales y condimentos frescos, porque en muchos puntos se “descubrió” que comprar y revender reporta mejores dividendos.

Patria

Esta situación es innegable pero hemos convivido con ella durante muchos años y podemos encontrar incluso organopónicos en que su punto de venta no funciona y se escudan en el argumento de que resulta más provechoso vender en otros lugares como si el movimiento de la agricultura urbana no se hubiera creado para satisfacer la demanda de la población aledaña, con mayor razón después de la aprobación de la ley de soberanía alimentaria cuya esencia está en producir cada cual lo que demanda. Pero aun así en más de cincuenta comunidades de la provincia los vegetales no se producen o escasean, y existen organopónicos que solo están vivos en los papeles.

Para llegar en mejor situación a la etapa invernal de mayor potencialidad productiva se indicó por las autoridades de la provincia un sistema de apadrinamiento empresarial a las estructuras productivas que algunos han asumido con mayor entusiasmo que otros. Es una idea magnífica pero la población espera que se le dé seguimiento a la producción y se adopten medidas para evitar el abuso con los precios. Debe ser muy triste para un trabajador estatal ser movilizado a trabajar en un organopónico y que después en su mismo punto de venta tenga que pagar 50 pesos por un raquítico mazo de vegetales. ¿Por qué ocurre esto?. Porque como vi con mis ojos en la última visita por los organopónicos de Santa Clara lo mismo pueden venderte un mazo de habichuelas en 30 que en 50 pesos, no existe orden en esa materia y cada cual tiene un libro abierto ante sus ojos donde solo decide la nobleza o dureza del corazón de quien vende.

Si los precios se dejan a la espontaneidad, o lo que es lo mismo, a la llamada “oferta y demanda”, ocurren esas cosas. Pero con voluntad esta situación pudiera transformarse. Y esa debiera ser una meta impostergable.