Marta de los Ángeles Abreu Arencibia, es conocida como la benefactora de Santa Clara, pero fue también una insigne patriota a su vida y obre está dedicado este artículo.

Nació en Santa Clara el 13 de noviembre de 1845, en la calle Sancti Spíritus (ahora Juan Bruno Zayas), sus padres, Don Pedro Nolasco González Abreu, rico y poderosos hacendado y su madre Rosalía Arencibia Plana, también procedente de una ilustre familia santaclareña, de cuya unión nacieron tres hijas: Rosa, Marta y Rosalía.

Antes de nacer Rosalía la familia se mudó a una casa mandada a construir para vivienda en la calle Carmen No 3 esquina Santa Elena (ahora ocupada por el restaurante 1800 y demás instalaciones gastronómicas aledañas). Por esta época, década de los años 60, Marta tuvo una relación amorosa muy fugaz con el maestro Anido Ledón que como era pobre no fue aceptado por sus padres, y no pasó de ser un noviazgo por cartas. Cuando nació su hermana Rosalía le brindó todo su cariño y siempre tuvo un especial afecto maternal hacia ella.

Al iniciarse la guerra en la región central en 1869, Pedro Nolasco decidió trasladar su familia a La Habana, para lo que mandó a construir una casa de dos plantas en Prado y Trocadero y una quinta en el Cerro llamada Palatino, también construyó un panteón muy lujoso en el cementerio Colón. Durante su estancia en La Habana, Marta conoció a Luis Estévez, un joven matancero con menos edad que ella y de condición más humilde, por lo que de nuevo los padres se opusieron, siempre preocupados porque el acercamiento fuera por interés económico y no por amor. Esta vez Marta con mayor madurez supo enfrentar la oposición de sus padres y cuando la enviaron para Santa Clara para casa del tío en la calle San Agustín y Calvario. Luis vino tras ella y pidió autorización a los tíos para su casamiento, ellos sirvieron de tutores y sin la presencia, ni el permiso de los padres se casaron en la Parroquial Mayor de Santa Clara, el 16 de mayo de 1874.
Marta y Luis tuvieron su hijo Pedro Nolasco Julio Zenón Estévez Abreu, el 12 de abril de 1875 y luego una pequeña que no sobrevivió al nacimiento y por tanto de ella no se habla en la vida de Marta.

En 1876 falleció Pedro Nolasco González Abreu, Marta en unión de sus hermanas mandó a construir en 1882 el colegio para niños pobres San Pedro Nolasco donado en testamento por su padre para el que dejó 20000 pesos, su madre murió años después e hizo lo mismo que su esposo, dejó testado que se usaran 20000 pesos para la construcción de otro colegio pero destinado a las niñas. En 1884 se construyó y se inauguró en diciembre de 1885 con el nombre de colegio Santa Rosalía.

Con la muerte de su madre estas hermanas entran en posesión de toda la fortuna distribuida equitativamente entre las tres. Marta Abreu apoyada por su esposo Don Luis Estévez pudo llevar a vías de hecho su proyecto social y se dedicó a donar obras para beneficiar la ciudad de Santa Clara y sus moradores, especialmente los más humildes, lo que contribuyó al desarrollo social y cultural de la ciudad. Entre esas obras se encuentran: los cuatro lavaderos públicos, la escuela para niños de la raza negra, el teatro La Caridad, la planta eléctrica, el Dispensario el Amparo, el laboratorio de Meteorología, entrega de veinte máquinas de coser a las muchas pobres, entre otras muchas.

Marta entregó, además gran parte de su fortuna para la independencia de Cuba durante la guerra del 95, convirtiéndose en la cubana que más donó para la causa.

Después de terminada la guerra volvió a Santa Clara e hizo varias donaciones más como el equipamiento de instrumentos musicales para la banda del Cuerpo de Bomberos, el terreno para la construcción del Palacio Provincial de Gobierno. Por dificultades familiares con el divorcio de su hijo Pedrito, tuvo que volver París para cuidar de los nietos.

Murió en París el 2 de enero de 1909, víctima de una peritonitis producida por una intervención quirúrgica de apendicitis que le hicieron el 28 de diciembre de 1908. Fue sepultada en el Panteón de los Grancher, esposo de Rosa su hermana; el 2 de febrero murió Luis. Posteriormente su hijo trajo los restos de ambos para colocarlos en el panteón de la familia González Abreu Arencibia, en el cementerio Colón en la Habana.

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Francisco Hurtado de Mendoza nació el 4 de octubre de 1724, hijo de Don Juan Hurtado de Mendoza y Doña María de Veitía, vecinos de la villa de Santa Clara. Desde pequeño ayudaba en la iglesia Parroquial Mayor, fue educado por el padre Juan de Conyedo, cuya línea de pensamiento y acción continuó hasta los últimos días de su vida.

Muy joven fue enviado a La Habana a realizar la carrera eclesiástica, perdió al padre y eso le afectó económicamente por lo que para poder mantenerse estudiando, su madre tuvo que acudir a la ayuda familiar y a las limosnas de los vecinos hasta que el 21 de diciembre de 1748 se ordenó sacerdote y meses antes se había graduado de Bachiller en la Universidad de San Gerónimo.

De regreso a la villa, se encargó del servicio de la parroquia como teniente sacristán mayor, cuya tarea desempeñó durante nueve años. Fue nombrado cura beneficiado el 12 de agosto de 1761 y ejerció hasta 1769 cuando renunció.

En 1766 se ocupó de terminar la obra constructiva iniciada por el Ayuntamiento para un hospital llamado San Lázaro, situado hacia el oeste, alejada del centro de la villa (1) y en 1792 mandó a construir una escuela a la que llamó Nuestra Señora de los Dolores, la que atendió con mucho esmero y cuidados y también en ese año inició la construcción del templo La Pastora que luego fue abandonado y posterior a su muerte se retomó la idea de culminar dicha construcción.

Murió el 15 de marzo de 1803, ya anciano y enfermo. Dejó testamentado que sus bienes fueran para sus familiares, para beneficio de la iglesia La Pastora y para mantener la escuela. Dio la libertad a sus esclavos a los que les dejó un solar a cada uno para que construyeran sus viviendas y mientras eso ocurriera debían continuar residiendo en su casa. Pidió, además que lo enterraran modestamente en la Parroquial Mayor.

Cosita y el Bolo

Existieron en Santa Clara otros tipos populares, pero que eran respetados como trabajadores y recibían con complacencia sus apodos. Entre estos estaban cosita y el bolo. Estos eran dos cocheros de los tantos cocheros que existían en la ciudad y que tenían su piquera en el llamado callejón de los coches, hoy Alfredo Borrero. Los dos tenían sus clientes habituales pero también ofrecían su servicio a todo el que se lo solicitara. El bolo hablaba como si tuviera un gran bolón en la boca, lo que le hizo merecer ese apodo. Era muy sentencioso, al hablar introducía en su conversación refranes adecuados en relación a lo que estaba expresando. Uno de sus clientes solía llamarlo bolo el filósofo. Cosita fue bautizado con ese apodo porque al preguntarle el importe del viaje realizado en su coche solía decir, dame cualquier cosita, a lo que algunos le decían cosita eres tú, quedándole por vida ese apodo. El bolo y cosita participaban todos los años en el carnaval adornando sus coches con cintas y flores lo que les hizo más populares y eran solicitados para pasear a jóvenes y niños que disfrazados participaban en el carnaval.

El burrito Perico

Santa Clara tuvo un burrito popular y querido por los niños. Este pequeño y lanudo burrito fue presencia típica en nuestras calles a principios del siglo veinte, su nombre: Perico. Comenzó su trabajo tirando de un carretón que transportaba mercancías, más tarde recogiendo botellas que llevaba para el almacén de su dueño. Después de años de trabajo le dieron la libertad y retirado de su actividad siguió su andar cotidiano. Caminaba por las calles, llegaba a las casas donde había recibido el cariño de los niños. Asomado a la ventana lanzaba un fuerte rebuzno que anunciaba su presencia apareciendo una mano amiga para darle pan. Un día Perico entró al césped del Parque Vidal para tomar un pedazo de pan caído en ese lugar. El alcalde de Santa Clara que se encontraba en el balcón del ayuntamiento al ver a Perico pensó que estaba comiendo del césped y mandó a un policía a sacarlo de allí. Forzado el pequeño burrito y maltratado por la autoridad, los estudiantes del Instituto que habían visto la escena, al día siguiente le colocaron a Perico un letrero que decía: Alcalde eres más bruto que yo. Y así paseó por las calles. El día de su fallecimiento el pueblo acudió al entierro, los niños llevaban flores y un senador de la república, por demás pilongo, hizo la despedida de duelo del querido burrito.

Lola mango macho

A principios del siglo veinte trabajaba en la estación de ferrocarril una morena alta y robusta dedicada al oficio de cargar maletas y paquetes. Esta honesta y trabajadora mujer recibió el apodo de mango macho precisamente por esa fortaleza física de la que hacía uso en su bregar cotidiano. Cuando una señora de Santa Clara llamada María Luisa tenía que viajar a La Habana por motivos de salud Lola mango macho la esperaba en la terminal, la cargaba en brazos hasta depositarla en la litera del tren que la llevaría a La Habana. Al regreso de su estancia en la capital Doña María Luisa era trasladada del tren al automóvil en los seguros brazos de mango macho que se despedía diciéndole respetuosamente hasta que vuelva de nuevo Doña María Luisa que Dios le acompañe y le de salud. Lola llegó a ser propietaria de un pequeño hostal que llevaba su nombre situado en la calle Luis Estévez y Julio Jover. Ayudó a muchos jóvenes buscándole trabajo y les dio estudios universitarios a sus dos nietas.

María Motoneta

Este personaje popular, una mujer, hacía salir en desbandada a las muchachas y los jóvenes que se encontraban en el parque Vidal o en sus alrededores. Motoneta se caracterizaba por acercarse a las parejas y darle sorpresivamente un beso al joven y acto seguido le pedía una peseta que el joven daba con tal de quitársela de arriba. Quiero decir que Motoneta era una mujer como de cincuenta años, flaca, desgarbada, cabeza con escasas greñas, sucia. Es por todas esas razones que los jóvenes le temieran tanto a su presencia y salieran del lugar donde estaban para evitar ser “asaltados” por esa aparición. Esos asaltos lo hacía de forma espontánea pero también cuando algún chistoso dado a hacer bromas a los amigos, le ofrecía a Motoneta una moneda con tal de que diera un beso a quien se lo indicara. Y allí iba muy dispuesta a cumplir la petición mientras que los que la animaron celebraban con risas el asalto efectuado al amigo que recibió el beso de Motoneta.

Nació a fines del mes de octubre de 1687, fue bautizado el 27 de octubre de ese año por José González de la Cruz. Fueron sus padres Juan Martín de Conyedo, natural de Asturias y Juana Manuela Rodríguez Arciniega, natural de Remedios.

Quedó huérfano de su madre muy pequeño y el padre se retiró a servir en la iglesia en La Habana por lo que lo adoptaron sus abuelos el Alférez Mayor, Gaspar Rodríguez de Arciniega y Ana Yera. Conyedo con menos de dos años de edad, estuvo entre los remedianos que fundaron a Santa Clara, donde creció hasta que muy joven aún marchó a la Habana a estudiar la carreara eclesiástica, con recursos económicos muy reducidos porque solo contaba con la herencia dejada por sus abuelos que ya habían fallecido también.

Después de ordenarse sacerdote regresó a Santa Clara y en mayo de 1712 fue nombrado sacristán mayor interino de la iglesia parroquial mayor. En este año abrió una escuela con lo que inició en Santa Clara la enseñanza escolarizada.

Acometió la empresa de edificación con mampostería y teja la ermita de Nuestra Señora de la Candelaria para destinarla a convento de San Francisco y con sus recursos personales adquirió la casa y el solar contiguos para ampliar la construcción y establecer el hospital de caridad Nuestra Señora de las Angustias donde atendía enfermos gratuitamente.

Para la reconstrucción de la iglesia mayor, vendió en 1724 un potrerito y un tejar que poseía para apoyar en los gastos de dicha empresa, con sus gestiones obtuvo autorización para algunos beneficios destinados a la iglesia y que el Ayuntamiento le concediera las ganancias de las tierras realengas de la jurisdicción. Cinco esclavos de su propiedad trabajaron en las reconstrucciones de las iglesias y al finalizar les dio la libertad, como les había prometido.

En mayo de 1739 por sus méritos fue promovido a la Catedral de Santiago de Cuba, pero no recibió la comunicación del nombramiento hasta 1741, antes de partir dejó todo organizado con la finalidad de que sus obras pudieran seguir funcionando, por lo que nombró a Hurtado de Mendoza y a Doña Águeda García para que continuaran ejerciendo el magisterio y no faltara este servicio a los niños de ambos sexos.

Permaneció en Santiago de Cuba diez meses porque el clima y su edad le afectaron su salud por lo que se vio obligado a solicitar licencia del Diocesano y del Venerable Cabildo para trasladarse a su ciudad y así lo hizo.

En 1744 comenzó la reconstrucción de la ermita del Buenviaje y la construcción de la iglesia Nuestra Señora del Carmen, con sus recursos personales y el apoyo de limosnas. Fue nombrado Capellán de dicha ermita.

Estableció una escuela para niños de ambos sexos, aunque funcionaban en aulas separadas como requerían las escuelas de la época.

Ya anciano y enfermo, falleció, antes dejo testamentado que quería que lo enterraran debajo del altar mayor en un ataúd forrado en negro con cintas blancas, pero sus albaceas los presbíteros, bachiller Antonio Hurtado de Mendoza y Don Lorenzo Martínez de Avileira atendiendo a sus méritos, mandaron a forrar el ataúd con tafetán morado guarnecido de galones de plata, y le erigieron una sepultura en alto junto a la pared debajo del altar de San Francisco Javier.

El acto de sepultarlo lo realizó el presbítero Don Cayetano José Pérez de Arciniega, vicario juez eclesiástico y abogado de las Reales Audiencias de Méjico y Santo Domingo; concurrieron los demás sacerdotes y pueblo en general porque Conyedo estaba considerado como “Padre espiritual de la república, su bienhechor y fundador de su Iglesia “.

Sus bienes se distribuyeron en beneficio de sus familiares, los pobres y las iglesias. Sus restos descansaron en la ermita El Carmen hasta mayo de 1804, fecha que el Obispo Espada y Landa visitó a Santa Clara y ordenó la exhumación del cuerpo de Conyedo para trasladarlo al cementerio aledaño a la iglesia parroquial mayor, pero su cuerpo estaba intacto con sus vestiduras por lo que Francisco del Río, mayordomo de la iglesia en homenaje a Conyedo lo protegió en una caja mandada a construir para esos fines y lo colocó en el depósito de los huesos de las exhumaciones que se hacían del cementerio, hasta que en enero de 1819 el Obispo Espada realizó la segunda visita a Santa Clara y ordenó colocar en una fosa común todos los restos, así se perdieron en otros traslados a otros sitios que tuvo el cementerio y hoy solamente se recuerda a este honorable santaclareño por el obelisco que Marta Abreu mandó a construir en la Plaza Central (actual Parque Vidal), en 1886.

Monumentos Locales:

Escuela Viet Nam Heróico

Resolución Nº 26 del 31 de diciembre de 1981.

Esta construcción, que data de la segunda mitad del siglo XIX, fue concebida en sus inicios para Guarnición de las tropas españolas. Durante la guerra se usó como Hospital, y finalizada la misma el edificio pasa a tener la función educacional que hasta hoy conserva. En 1916, el Ministerio de Educación y Bellas Artes inaugura en este inmueble la Escuela Normal para Maestros Primarios. En 1937 se pintan los murales en las paredes de la escuela, muchos de los cuales prevalecen hasta el día de hoy. Importantes figuras de la plástica cubana participaron en esta labor, entre todos, podemos mencionar a Amelia Peláez, Eduardo Abela y Portocarrero.

Palacio de Justicia de Santa Clara

Resolución Nº 96 del 30 de diciembre de 1991.

Construido entre 1927 y 1929, durante el gobierno de Gerardo Machado, fue presupuestado por el Gobierno Municipal. En este lugar desde mediados del siglo XIX estuvo ubicado el Cuartel Tarragona, demolido para construir el nuevo edificio, del que se conserva un fragmento del muro utilizado como paredón de fusilamiento durante las guerras por la Independencia. Su majestuosidad y elegancia son propias de la influencia del estilo neoclásico. Varios acontecimientos históricos están relacionados con este inmueble, entre los que podemos señalar la Causa Nº 543 de 1950, contra Fidel Castro Ruz y Enrique Benavides, acusados de promover disturbios estudiantiles en la ciudad de Cienfuegos. En esta ocasión Fidel asume por primera vez su autodefensa ante los Tribunales de Justicia. El Parque de la Audiencia, ubicado frente al edificio, tiene emplazado el conjunto monumentario de mayor valor artístico de la ciudad, esculpido en mármol de Carrara con los altorelieves en bronce.

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Monumentos Nacionales:

Centro Histórico de la ciudad de Remedios

Resolución Nº 8 del 25 de diciembre de 1979.

La Villa de San Juan de los Remedios de la Sabana del Cayo fue fundada durante el primer cuarto del siglo XVI por Vasco Porcallo de Figueroa. Se dice que fue la octava Villa fundada en la Isla. En Remedios se conservan actualmente: viviendas, Iglesias y edificios públicos; que muestran el nivel alcanzado por el artesanado criollo durante la colonia y expresan el desarrollo socio-económico, el modo de vida, las contradicciones de clases y los criterios estéticos de la población cubana a lo largo de cuatro siglos de historia. Remedios vive el proceso cultural cubano, expresado por la existencia de arraigadas tradiciones y fiestas populares, y tiene el orgullo de ser la ciudad donde vivió y trabajó el brillante intelectual y compositor Alejandro García Caturla.

Casa natal de Abel Santamaría Cuadrado

Resolución Nº 29 del 31 de diciembre de 1981.

En esta casa, sita en 2da. Ave. del norte Nº 1 entre Central y 1ra. del Este, en Encrucijada; nació el más excepcional de los jóvenes mártires de la generación del Centenario. El inmueble, construido en los primeros años del siglo XX, es un exponente de la arquitectura vernácula en madera. Actualmente aquí radica el Museo Municipal de Encrucijada.

 

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