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“Daría todo lo que se por la mitad de lo que ignoro” como escribiera hace siglos Descartes, pero me basta lo poco que conozco para afirmar que un país como el nuestro no debe generar su electricidad a base del petróleo y es necesario acelerar el cambio de la matriz energética para poder quitarnos para siempre los apagones de encima. En esa dirección trabaja Cuba. La autorización a importar sistemas fotovoltaicos, sus partes y piezas, sin fines comerciales, y libre de impuestos en la Aduana, desde el 28 de julio pasado, por parte de personas naturales es una prueba más de esa voluntad. No se trata solo de que el petróleo escaseará cada día más hasta su agotamiento sino de la necesidad de no continuar contaminando el medio ambiente. La reciente cumbre mundial sobre cambio climático no logró sus objetivos y continuará el calentamiento global. Ya en Cuba es muy breve el invierno. Fuentes de la ONU aseguran que “los combustibles fósiles comprenden el 80 por ciento de la demanda actual de energía primaria a nivel mundial y el sistema energético es la fuente de aproximadamente de dos tercios de las emisiones globales de Dióxido de carbono”. El mismo estudio añade que todas las tecnologías tienen una función que desempeñar y alerta por ejemplo que “el uso de la biomasa como combustible es extremadamente ineficiente y contaminante” a lo que añadiría como aspecto negativo que es necesario utilizar petróleo para transportarla hasta la unidad generadora.

Creo que nadie en su sano juicio discreparía que Cuba tiene en el sol y el viento las dos fuentes principales e inagotables de energía y por eso hay un programa para la construcción de parques fotovoltaicos y eólicos. Para que se tenga una idea de la importancia del uso de energías renovables para generar electricidad digamos que según los especialistas “el parque erigido en el 2018 en los predios de la Universidad Central con 4 mil 400 paneles solares evita la quema de 400 toneladas de petróleo al año y la emisión a la atmósfera de más de mil toneladas de dióxido de carbono”. El viento es también inagotable. De niño me abstraía mirando dar vueltas a la veleta del molino a viento que extraía sin ayuda de nadie, el agua del pozo, en la casa de los Domínguez en Venturilla. Y pienso en cuantas familias hubieran permanecido en los campos si hubieran podido acceder entonces a celdas fotovoltaicas, porque la falta de electricidad fue a mi juicio la causa principal de la emigración hacia las ciudades. La economía del país transita por una etapa muy compleja por causas conocidas, pero este programa no se detendrá. Y en cuanto se oxigene, deberá acelerarse su materialización.

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