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He escuchado más de una vez que los precios altos se deben al alto costo de la producción, e incluso hay quien se ha atrevido a decir con total desconocimiento de las reglas económicas que si al productor no le damos nada hay que permitirle vender a precios libres, como si no tuviera la tierra que es el principal recurso material de la nación. Según la contabilidad, los costos de producción o de operación son los gastos en que se incurre para sostener un proyecto, equipo o empresa funcionando, e incluye compra de insumos o materia prima, el pago del consumo de energía, el salario de los trabajadores y el mantenimiento de los equipos. Tomemos papel y lápiz y saquemos cuentas. La realidad es que la mayor incidencia en el costo de la producción agrícola la tiene hoy el pago de la fuerza de trabajo porque ya nadie guataquea una mañana por cien pesos, pero en insumos no se gasta tanto porque no hay prácticamente nada que comprar fuera de los bioproductos. O sea, para evitar teorizaciones insulsas, cuando usted siembra una hectárea de maíz, no le echa fertilizantes, ni siquiera la guataquea porque la cultiva con bueyes, y a los tres meses vende a diez pesos cada mazorca del tamaño que sea, nadie podría negar que es altísima la ganancia. Y no es solo el maíz.

Por eso es tan importante hacer fichas de costo reales, que reflejen fielmente las actuales condiciones y no basta que se pueda vender con un tanto por ciento por encima de lo que costó a cada cual, porque de lo que se trata es de lograr la mayor eficiencia posible para las actuales circunstancias. Y realmente no creo que haya mucha diferencia entre lo que cuesta producir un quintal de boniato en Pinar del Río o en Villa Clara, por eso cuando no había el actual libertinaje en materia de precios, los de los alimentos eran similares en todas las provincias y municipios de Cuba. No olvidar que los salarios se hacen para todo el país, al menos los presupuestados, porque en las empresas algunos han aprovechado la llamada autonomía, no para lograr eficiencia sino aplicar altos precios y tarifas y así pagar miles de pesos de utilidades que van a la calle sin oferta estatal en moneda nacional lo cual incentiva la inflación.
Ahora bien, no siempre de los llamados expertos salen las mejores soluciones ni la inteligencia es patrimonio de unos pocos. Creo en la sapiencia de las masas, en el talento colectivo, en la suma de criterios como vía de sintetizar y llegar a la verdad y en materia de precios no es diferente. Desde Camajuaní un mensaje de la lectora Alina Valdés me lo confirma cuando expresa: “¿Cómo se le puede pedir al campesino que baje los precios de sus productos cuando lo que el necesita, que tiene que adquirir en el comercio minorista se encuentra por las nubes?. Creo que los precios tienen que bajar todos, no un producto y lo primero fue la subida de los salarios. Solo sugerirle que tenga en cuenta todas las cosas, no productos aislados”.
Y tiene razón porque la economía funciona como un sistema y los precios no se relacionan solamente con el costo, reciben diversas influencias, comenzando por la relación entre el dinero circulante y la oferta, que como todos sabemos es bastante escasa en moneda nacional. Con la “Tarea Ordenamiento” se incrementaron los salarios y pensiones, y algunos ingresos crecieron en una gran cuantía. También es verdad que todo está caro, no solo los alimentos, pudiera afirmarse que los menos caros de acuerdo con el costo, son los que salen de la tierra, porque los más caros son aquellos que “se desvían” de la red estatal y de inmediato aparecen en manos de los revendedores minoristas con los precios multiplicados hasta diez veces sin que medie ningún otro valor agregado que la falta de vergüenza.
No se trata de rogar que bajen los precios, sino de poner orden, de enfrentar la especulación, sin desconocer que todos los altos precios duelen, pero ninguno como el de los alimentos.

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