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Foto: Carlos Rodríguez Torres.

Palabras a un amigo

A Tatico:

Primero fui su profesor. Entonces Tatico cursaba el 10mo grado en el IPUEC “Houri Boumedienne”, de Motembo, Corralillo, junto a sus hermanas Belkys y María Mercedes. Era el año 1980.

La mayoría de aquellos alumnos, provenían de Encrucijada, de sus campos, y Tatico y sus hermanas no eran la excepción: los tres eran guajiritos de la playa Nazábal, como pude saber con el tiempo, y, como el resto, correctos, estudiosos e inteligentes.

Ya Tatico tenía ese carácter afable y amistoso que todos le conocemos; de ahí que fuera muy querido y respetado, tanto por sus compañeros, como por nosotros los profesores.

Allí, precisamente, comenzaría su larga historia de servidor público de más de cuatro décadas, pues ese propio curso 1980-1981 fue elegido Delegado del Poder Popular para representar a sus compañeros de escuela. Una responsabilidad que asumió, como siempre lo ha hecho, con humildad, pero con responsabilidad, para decirlo mejor, con total y entera responsabilidad.

Luego vendría esa hermosa y altruista carrera de darse a los demás, sin otras pretensiones que ser útil, que lo llevarían a ser Delegado del Poder Popular de su Nazábal querido, presidente de su Consejo Popular y luego Presidente del Poder Popular en Encrucijada.

Lo cual se dice fácil, pero conlleva una extraordinaria cuota de sacrificio personal y familiar, pues significa poner el nosotros por delante al yo individual; o sea, al pueblo siempre por encima de sus problemas personales, sin descuidar estos últimos, pues en esos años de duro trabajo gubernamental logró constituir una bella familia, a la cual adora, que lo ha convertido ya en todo un abuelazo.

Volví a reencontrarme con Tatico en mis funciones como periodista y nunca ha faltado el abrazo amistoso y franco que siempre me ha dispensado, así como el orgullo que siente al presentarme como su profesor de Historia, cuando, lo que quizás, no sabe, es que el orgullo mayor es mío, pues, como dijo Félix Varela, ese gran pedagogo y precursor de las ideas independentistas en Cuba, la mayor gloria de un maestro es hablar por boca de sus discípulos.

Ese mismo abrazo, y el ¿qué tal hermano?, que dispensa a cada uno, pues Tatico es la cordialidad en persona, la humildad personificada. Ese ser humano, al que no se le suben los cargos a la cabeza y trata a todos por igual, desde la persona más encumbrada, como el propio Fidel, al cual, tuvo posibilidades de estar cerca suyo, hasta la gente más humilde que uno pueda imaginar.

Foto: Carlos Rodríguez Torres.

Ahora, más que su profesor, me siento su amigo. Ese amigo de los años, con el que uno puede hablar de cualquier tema y solicitar cualquier favor, a sabiendas que le será reciprocado y, créanme, no han sido pocas las veces que me ha tendido su mano generosa, como lo ha hecho con todos, sin excepción alguna.

No es gente de protocolo y mucho menos de cuello estirado. Tatico sigue siendo el mismo guajirito humilde y respetuoso que no reniega de sus raíces, y que pone a Fidel, a Raúl y ahora a Díaz-Canel por encima de cualquier otra cosa; a la Revolución, por encima de todo.

Ahora recesa en sus funciones como Coordinador de Programas y Objetivos para asumir cualquier otra responsabilidad que le sea asignada y lo hace con la frente bien en alto, sabedor del deber cumplido y de haberse ganado el cariño y respeto de todos, algo siempre difícil de lograr.

Hoy, despedimos del cargo a Bárbaro Monteagudo Fernández, mejor dicho a Tatico, a ese dirigente consagrado que ha sabido ser jefe, amigo y hombre a todo.

Le deseo muchos éxitos y le pido un fuerte abrazo, ese de amigo a amigo.

Muchas gracias.

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