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¿Y quién vela por la calidad de lo que se oferta al pueblo?

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Yo mismo lo había sufrido en carne propia más de una vez, pero ahora me llega el testimonio de la compañera Noris Rondón, trabajadora de la Delegación Provincial de la Agricultura con el siguiente mensaje enviado vía washapp acompañado de fotos:
“Me dirijo a usted para ver si nos ayuda a los consumidores multiplicando mi denuncia ante lo que considero una estafa de algunas entidades a los consumidores. Compré en la feria de la Calle Jota aquí en Santa Clara al precio nada módico de 600 pesos una lata con su hermosa etiqueta que dice “Vita Nuova, Salsa para pastas”, y le puedo asegurar que ni por casualidad vio el tomate, es pura calabaza y cuando se lo echas a la comida pinta rosado. ¿Hasta cuándo las autoridades sanitarias van a permitir esa falta de respeto, acaso no se dan cuenta que con esos condimentos se procesan alimentos para niños?”, concluye su mensaje.
Según la etiqueta fue producida por la Unidad Empresarial de Base Mártires del Yayabo de la hermana provincia espirituana, pero esta queja debe servir de alerta sobre todos los alimentos que se expenden a la población y que muchas veces nos deja insatisfechos por su deficiente calidad y la falta de garantía sobre su inocuidad.

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La proliferación de minindustrias y de talleres artesanales para industrializar alimentos, una verdadera bendición para evitar la pérdida de productos en picos de cosecha y asegurar su presencia posterior en el mercado no debe servir de justificación para permitir que alimentos sin la calidad requerida llegue a los consumidores, no solamente porque constituye una verdadera estafa después de pagar un alto precio sino por el posible riesgo para la salud humana.
No basta con el trabajo de los inspectores para enfrentar a los violadores de precios, el pueblo reclama con razón el chequeo riguroso de la calidad de los productos que se expenden por los que tienen esa responsabilidad. Y como se hace en las inspecciones a los medios básicos, bastaría con comprobar al azar apenas 10 por ciento.
Los envases y embalajes de los productos pueden ser tan engañosos como las portadas de algunos libros que te arrepientes de haberlos comprado apenas leer las primeras páginas.
Y garantizar la calidad de lo que se vende al pueblo no es un regalo adicional, constituye una obligación.

 

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