Todavía sonrío al recordar el episodio en una candonga de Luanda, la capital angolana, a finales de 1989, cuando al solicitarle boniato al vendedor me aclaró en portugués. - Isso no é boniato primo, isso é “batata doce”. La otra batata es la papa, aunque su nombre científico es Solanum Tuberosum y los españoles la nombran Patata.
Pues bien, les cuento que en días pasados, el vendedor de productos agrícolas en el punto de una vivienda del que hablé en mi anterior comentario tras venderle al cliente de ocasión un saco lleno con diversos productos entre ellos boniato a 50 pesos la libra, le dijo, “tengo papa también”, y al inquirir sobre el precio supe que la ofertaba a 40 pesos. ¿Será que la “oferta y demanda es verdadera o loca? Sí, porque, ¿cómo puede estar más barata la papa, reina de las viandas y de alto costo, que el boniato, cuando yo disfrutaba de niño al ver a su perro Sultán en Venturilla como peloteaba con la boca los boniatos cocidos lanzados por mi abuelo? Tiene una explicación que no es lo mismo que justificación, lo más grave no es que nos hemos quedado prácticamente sin boniato, sino también sin bejuco. Y miren si es importante esa vianda que un par de esquejes sembrados llenan un caldero en apenas tres meses.
Lo que quiero decir es que si la papa es la reina, reclama costosos insumos de importación que si no se les garantizan apenas paga la semilla utilizada, debemos acostumbrarnos a la idea de que, si hablamos de viandas, la prioridad en nuestro clima tropical debe corresponder sin discusión alguna, a la yuca, el boniato, la malanga y el plátano. Y es válida la idea de sembrar el tubérculo que conocieron los colonizadores españoles al llegar a los Andes peruanos hace más de 500 años, por parte de los campesinos sobre todo, pero sabiendo desde ahora que no puede ser la papa más barata que el resto de las viandas, el absurdo que hoy ocurre.
Lo que quiero decir no es que nos olvidemos de la papa, al contrario, pero sin insumos sus rendimientos serán siempre irrisorios como los de esta última campaña. Sin embargo, el cangre, el bejuco, el chopo, no hay que importarlos, y es una cuestión de vergüenza para quien se considere agricultor no quedarse jamás sin semillas. En el mercado tiene que haber de todo, y que sea su precio, teniendo en cuenta el costo, lo que marque la diferencia.
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